La conciencia individual de cada uno parece borrar el reconocimiento de que somos partes de la misma unidad y solemos percibirnos solo como individuos separados, extraños, y en ocasiones , además , enemigos. En ese marco la llama del amor queda temporalmente perdida y esa es precisamente la tarea de la experiencia humana: recuperar entre las personas de un modo consciente el reconocimiento que, en forma automática tiene las manos en tanto partes de un mismo cuerpo. Es decir, reconocer, que los seres humanos también somos células integrantes y conscientes del gran organismo universal.
N Levy
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