RESEÑA
“Baraka” se inserta en la nueva tradición del documental, cuyas obras
importantes incluyen a “Koyaanisqatsi” (1983) y “Powaqqatsi” (1988) del
estadounidense Reggio y la más reciente “Microcosmos” (1996) de los
franceses Claude Nuridsany y Marie Pérennou. Todas estas cintas
concentran su poder narrativo en una mezcla, aparentemente casual, de imágenes,
música y sonidos naturales o artificiales. Asimismo, comparten una
visión propia de los umbrales de un nuevo siglo: la reflexión sobre las
complejas relaciones que los seres humanos hemos establecido con la naturaleza y con los medios ambientes que hemos creado.
El título de “Baraka” proviene de la palabra de origen Sufi -una comunidad religiosa islámica- que significa “aliento de vida”.
A partir de esta premisa, la mancuerna integrada por el director Fricke
y el productor Magidson crearon un poema visual místico de proporciones
globales. Carente de palabras y con una línea temporal fragmentada,
‘”Baraka” es un filme que lo mismo comenta acerca de la santidad que del
materialismo, en una escala íntima, muy cercana a las emociones de los
espectadores.
La música se ha constituído en elemento esencial de la nueva tradición
documental y la banda sonora de “Baraka” no es la excepción. Las
composiciones de Michael Stearns contribuyen a aumentar la intensidad
con que se perciben las imágenes de la cinta, proporcionando al
espectador una experiencia casi extra-sensorial.
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